domingo, 6 de septiembre de 2009

CAMBIO DE DESTINO

Se mire por donde se mire mi nuevo lugar de trabajo es mejor que el anterior, desde instalaciones, situación social de la mayoría del alumnado, ubicación y proximidad a mi hogar. Bien pues a pesar de eso desde que ha empezado septiembre me embarga una sensación de añoranza que me acompaña a todas las horas del día, todavía al hablar o pensar en mi centro pienso en el que he dejado y me siento como un mero espectador del que es ya mi nuevo destino. Quizá todo proceso de cambio necesite tiempo...

No sé por qué mi mente tiene una imagen fija: el enorme patio con sus árboles que van cambiando de color a medida que avanza el curso: del esplendor ya desvaído de septiembre, al amarillento del otoño, la caída de la hoja en invierno y la aparición de las ardillas saltarinas y otra vez, un poco antes de Sant Jordi, el despertar de la primavera con esa naturaleza que anuncia ya el descanso estival; y. sobre todo, el corrillo de fumadores a la puerta del instituto hablando de todo y de nada y compartiendo esa camaradería de los que están unidos por una afición muy mal considerada socialmente en este momento.

Por otra parte, cómo se puede olvidar a ese Jony del primer año con su visión tan particular del desnudo, a las trillizas luchando por su individualidad pero combatiendo las injusticias como los tres mosqueteros, al Cuco , al Avilés y su afición por destrozar extintores, al Owen , al Palomo, a los niños y niñas del 1º de ESO de hace ya seis años a algunos de los cuales volví a tenerlos en Bachillerato; a esos chicos y chicas con un empuje y una inteligencia tal que les ha permitido, pese a todo, triunfar en la Universidad, y, a ese tercero de ESO del último curso que alcanzará grandes logros, a José Francisco Pareja con su fina sensibilidad literaria, a ese tímido a la vez que desvergonzado Claramón, a las camisetas del Padi... Cómo no recordar también con una irónica sonrisa "La Tapa oliventina" con su enorme fresco con la dehesa de Extremadura, donde cerdos y bellotas tienen casi el mismo tamaño, con su pequeña estantería para los pájaros cantores, con sus parroquianos escasamente esbeltos y gritones, con la mama, el papa y el nene. Y, por último, cómo olvidar a tantos compañeros con los que he compartido risas y problemas, "aplicatius", "competències bàsiques" y frío, mucho frío.

Pero la vida es eso: ir pasando etapas hasta llegar a la tan poco esperada y deseada meta.


Ana Ozores