domingo, 28 de febrero de 2010

MAR TURQUESA IV

Era ya la hora de comer cuando la inspectora abandonó la mansión, no sin antes haber rehusado varias invitaciones a comer de Marcel Gelices, Inmaculada pensó que este hombre atractivo y maduro estaba intentando seducirla, lo que no alcanzaba a adivinar era si por atracción o por conveniencia. En fin, ya se vería.

Decidió adentrarse en el pueblo para comer y de paso ver si podía averiguar algo en relación al caso, que de momento se hallaba en punto muerto. Entró en un pequeño restaurante en el que servían comida típica catalana. Por ser sólo la una del mediodía el lugar se hallaba vacío, ya que no era un restaurante muy frecuentado por los turistas. Acudió a servirla una camarera de mediana edad que por su porte parecía ser la dueña del negocio. Tras pedir una escalivada y media botella de vino, se puso a comer en silencio en aquel lugar fresco y agradable que parecía haber quedado al margen del trasiego turístico en el que se hallaba envuelto el pueblo en esas fechas estivales.
Acabó de comer, pagó la cuenta y cuando ya casi abandonaba el lugar, se le ocurrió formularle a la camarera algunas preguntas.
-¿Conoce bien este pueblo?
- ¡Cómo no! Si he nacido aquí y este es un lugar pequeño en el que todos nos conocemos.
- ¿Conoce a la familia Gelices?
- Bueno, ellos no son de aquí, pero hace unos veinte años el padre de los hermanos decidió construir la gran casa del acantilado y desde entonces cada verano se les ve por el puebl0. El padre, antes de morir, sí que pasaba grandes temporadas y se relacionaba con nosotros, los hijos sólo vienen en verano y al pueblo sólo bajan para hacer compras y visitar algunos de los exclusivos restaurantes que se hallan al otro lado del pueblo. Además se han ido casando, divorciando, teniendo hijos y ya es difícil conocer a un grupo tan grande. Aunque don Javier es otra cosa porque es el que se encarga de la administración de la finca y de realizar todos los pagos y por eso es muy conocido en el pueblo.
- ¿Conocía de algo a la joven que apareció muerta en la mansión Gelices?
- El verano pasado estuvo aquí pasando unos días y se hospedaba en la pensión "La veleta". Era una chica muy guapa, parecía extranjera con su larga melena rubia y su esbelta figura. Era imposible no fijarse en una joven así.
- ¿Cree que la conocían los Gelices?
- Eso yo no lo sé, quizá sería mejor que preguntara en la pensión, puede que ellos sepan algo.
Se despidió de la camarera y decidió ir directamente a la pensión, que se hallaba unos doscientos metros de donde estaba.

La pension "La veleta" era un modesto edificio de tres plantas, con la puerta y todas las persianas de color verde. Entró a la recepción y preguntó a un hombre que dormitaba en una mecedora por el dueño del negocio a lo que éste contestó que era él en carne mortal y que qué se le ofrecía.
-¿Puede contestarme a unos preguntas en relación al caso de la joven asesinada? - dijo la inspectora.
- Yo no sé nada, la casualidad ha hecho que la muchacha estuviera hospedada en esta pensión el año pasado, pero desde el anterior verano yo no la había vuelto a ver. Ya se lo dije a Álvarez, el policia del pueblo - exclamó el hombre de bastante mal humor.
- ¿Sabe qué la trajo a este pueblo? - añadió la inspectora.
- Pues el sol y la fiesta, como a todo el mundo. Aunque también creo que venia a hacer algún trabajo con alguien de este pueblo, pues algunas mañanas salía con carpetas y vestida de modo formal - aclaró el señor Rosales, dueño de la pensión.
- ¿Tiene idea de con quién?- preguntó Inmaculada Roig sin esperar demasiado de la respuesta.
- Pues no lo sé, pero sí que era un trabajo bien pagado a juzgar por las joyas y las ropas que lucía la chica. Además ella nos dijo que era profesora, pero los profesores no pueden permitirse esos lujos, yo creo que se sacaba un sobresueldo con otra cosa. Ahora una cosa le digo era una mujer de bandera, si yo hubiera tenido veinte años menos...

Al abandonar la pensión la inspectora ya tenía claro que la muerta llevaba una doble vida, no era tan sólo una profesora de Catalán, pues su tren de vida lo desmentía. Debería pedir un permiso al juez para investigar sus cuentas. El caso se estaba complicando y los días de vacaciones de su marido corrían. Este trabajo no permite conciliar la vida laboral con la familiar - pensó la desilusionada inspectora.

martes, 16 de febrero de 2010

MAR TURQUESA III

Los padres de la trágicamente desaparecida Marta vivían en uno de esos bloques anodinos de un barrio de clase media de la soporífera ciudad de Terrassa.
La inspectora Roig llamó a la puerta D del tercer piso del inmueble y poco después abrió una joven de unos veinticinco años que se identificó como la hermana de Marta, ésta acompañó a Inmaculada Roig hasta el comedor, donde en un confortable pero raído sofá se encontraban los apenados padres de la difunta. La inspectora, tras ofrecerles el pésame por la pérdida de su hija, pasó a formularles algunas preguntas sobre cuándo había abandonado Marta el domicilio familiar . Éstos contestaron que hacía cinco años que su hija se había ido a vivir sola, tras aprobar las oposiciones y compararse un piso en Cerdanyola, ciudad en la que tenía la plaza. Una vez la inspectora se cercioró de que los señores Broto no habían visto a su hija desde el domingo anterior en que fue a comer con la familia, les pidió unas llaves de la casa de Marta y se dirigió hacia allí.

Al abrir la puerta de aquel coqueto piso le pareció estar en una exposición de IKEA en pequeño, toda la decoración rendía tributo a esa marca escandinava, pues el dormitorio aunque era espacioso tenía la cama casi en el techo, la entradita estaba llena de zapateros de plástico de un rojo sangre, el comedor contaba con las famosas estanterías blancas a juego con un sofá negro sin patas y una inmensa alfombra que cubría toda la estancia. En una mesita baja había unas cuantas fotos de la difunta, una joven de una enigmática belleza, con numerosos acompañantes masculinos, pero ninguno femenino. Las mujeres huyen de las chicas demasiado guapas - pensó.
Se dirigió al dormitorio y abrió el armario. En el interior encontró dividido los compartimentos de ropa de invierno y ropa de verano. No dejó de sorprenderse al comprobar que las prendas de las que disponía la joven era de marcas muy caras y pensó que el sueldo de una profesora no podía dar para esos lujos, al no ser que lo único que hiciera fuera vestir y prescindiera del resto de necesidades, cosa harto improbable. Ya iba a cerrar el armario, cuando de entre unas toallas que parecían sin estrenar se deslizó un anuncio publicitario de la empresa del señor Gelices. El hecho en sí no tenía la menor importancia, ya que era muy común encontrar ese tipo de anuncios, lo que sí era cuanto menos llamativo es que Marta hubiera guardado con tanto empeño esa publicidad.

Al cerrar la puerta del piso, la inspectora tuvo el presentimiento de que por alguna razón que todavía no alcanzaba a adivinar el señor Javier Gelices le había mentido.
Es por lo que tras dejar atrás Cerdanyola, dirigió de nuevo sus pasos hacia el bonito pueblo costero donde había aparecido el cadáver de Marta Broto. Como ya era día uno de Julio, supuso que en el chalet de los Gelices ya debería haber alguien veraneando.

Llamó a la puerta y le abrió la misma asistenta que había conocido el día anterior, al preguntarle si estaba el señor Gelices, ésta le dijo que sí y la hizo pasar al salón. Cuando penetró en la estancia comprobó que aquel señor distinguido y vestido de una forma desenfadada con un estilo demasiado juvenil , no era Javier Gelices, sino su hermano pequeño, Marcel Gelices.
Éste se levantó, le dio la mano y la invitó a que tomara asiento, además de preguntarle si deseaba tomar algo. La inspectora le dijo que desearía beber una crema de Whisky muy fría. Tras ser servidos por la asistenta, Marcel le dijo a la inspectora que él, al contrario que su hermano Javier, sí conocía a Marta Broto, con la que había hecho un cursillo sobre "Competències Bàsiques"dos años atrás. Ante la sorpresa de la inspectora, Marcel añadió que no era tan extraña esa coincidencia si tenemos en cuenta que él también trabajaba en un IES de Cerdanyola.
Tras haber bebido su copa la inspectora le preguntó a Marcel que cómo conocía el nombre de la muchacha que había aparecido muerta en uno de los balcones del chalet. A lo que éste respondió de forma divertida:
- Inspectora, ¿Usted no ve la tele?. La noticia la ha aparecido hasta en "Sálvame de luxe".

MAR TURQUESA III

sábado, 13 de febrero de 2010

ELLAS

A primera vista no se reconocen.
Aparecen cuando menos te lo esperas.
No siempre son iguales, es imposible reconocerlas por su apariencia, las hay de todo tipo.
Se burlan de ti, cariñosamente, conocen tus defectos y se ríen de ellos.
Durante tiempo es posible que no las veas, pero aparecen cuando las necesitas.
Sí, son las amigas

Yo tengo, soy afortunada.( somos las de la mesa redonda)

domingo, 7 de febrero de 2010

MAR TURQUESA II

El senor Gelices llevó a la inspectora Roig a su despacho, ya que ésta le había dicho que quería hacerle unas preguntas en un lugar un poco más tranquilo que el salón principal de la casa.
El despacho era un lugar sencillo a la par que elegante, todos los muebles eran de madera maciza, y por la suave capa de polvo que había sobre mesa y estantería podía pensarse que la habitación llevaba sin usarse varios meses. Frente a la puerta se hallaba un sofá en el que el señor Gelices, tras llamar a una chica del servicio, que se había incorporado después del inesperado incidente , y pedirle que le quitase el polvo, pidió a la inspectora Roig que se sentara, cuando ésta se hubo sentado él hizo lo mismo.
La inspectora le preguntó si esa casa era entera de su propiedad o compartía la propiedad con sus hermanos. Éste le contestó:
- Al morir mis padres la casa la heredamos los cuatro hermanos, pero como resultaba muy cara de mantener pasó a ser entera de mi propiedad por ser yo el único que disponía de una fortuna para poder hacerme cargo de ella. Pero al llegar el verano toda la familia se reune y los gastos corren de mi cuenta.
- ¿ A qué se dedican sus hermanos?- le preguntó la inspectora Roig.
-Miguel tiene una empresa de helados, Rogelio se dedica al periodismo y Marcel es profesor de Tecnología en un instituto de Secundaria en Barcelona.
- ¿Están casados sus hermanos?- dijo la inspectora.
- Sí. Miguel tiene mujer y cuatro hijos ya mayores, Rogelio tiene mujer pero no hijos, y Marcel tiene dos hijos adolescentes de su primera mujer y un bebé de pocos meses de su nueva pareja.
- ¿Y no es difícil la convivencia veraniega?- añadíó la inspectora.
- Bien, en realidad raramente coincidimos todos, únicamente el 15 de Agosto nos reunimos para recordar a mamá, cuyo nombre era María.
- ¿Tiene idea de quién es la muchacha que yace muerta en uno de los balcones de esta casa?
- No, aunque es difícil adivinar quién es por el estado tan lamentable en que se halla el cadáver, no tengo relación con personas tan jóvenes.
En ese momento el sargento Álvares entró en el despacho e informó a la inspectora de que el juez ya había ordenado el levantamiento del cadáver y ahora era trasladado a Gerona para practicarle la autopsia.
La inspectora Roig dio por terminada la conversación con Javier Gelices y salió de la casa acompañada del sargento Álvarez.
Éste cuando la acompañaba hasta el coche le informó de que habían encontrado el bolso de la joven y que en el monedero estaba el DNI , según la documentación la mujer se llamaba Isabel Broto Argemí, era natural de Terrassa y tenía treinta años. Ademas en el bolso habían encontrado dos o tres botes de productos cosméticos que sólo venden en Mercadona. La inspectora pensó que como mínimo ya conocían la identidad de la joven, si es que esa documentación pertenecía al cadáver...
Cuando la inspectora abandonó la pequeña localidad costera el sol había empezado ya a ocultarse y en el horizonte se apreciaba ese tono rojizo que luce el sol en los atardeceres de pleno verano. Iba pensando que resultaba totalmente imposible que iniciara sus vacaciones mañana, ya que todavía no había averiguado nada de ese crimen que de alguna forma implicaba a una familia tan importante como los Gelices. Les diría a su marido y a su hija que partieran mañana hacia Cangas de Onís y que ella se reuniría con ellos una semana después.
Cuando aparcó el coche frente a su domicilio pensó con rabia que iba a desilusionar a su familia ya que cuando les comunicara que de momento no iba a ir con ellos, su hija empezaría a llorar y su marido se encerraría en un mutismo que la martirizaría más que el llanto de Julia, su única hija.