sábado, 23 de enero de 2010

MAR TURQUESA

Desde donde estaba el cuerpo se podía contemplar ese mar turquesa y brillante de las doce del mediodía. Parecía imposible que en un espacio que remitía a la alegría de vivir se encontrara el cuerpo totalmente desfigurado de una joven. Le habían destrozado el cráneo de forma que lo que había sido su cabeza era ahora un amasijo de sangre , huesos rotos y carne desilachada, tenía las piernas también machacadas y lo único que podía reconocerse de la muchacha era su brillante melena rubia y el logotipo de la marca de su vestido "Desigual".
El cadáver había sido encontrado por una pareja de adolescentes que había ido desde el pueblo hasta la alejada casa para encontrar esa intimidad que tan difícil es hallar a los quince años. La mansión se hallaba en una recoleta cala al borde de un acantilado en un pintoresco pueblo de la Costa Brava. Pertenecía a la adinerada familia Gelices, unos gaditanos que habían emigrado desde la atlántica Cádiz hasta este precioso rincón del Mediterráneo. En el momento en que ocurrieron los hechos la casa se hallaba cerrada, ya que la familia Gelices permanecía en su residencia de Barcelona, esperando que llegara el mes de Julio para trasladarse a veranear a Begur.

La inspectora Roig, de la Comisaría de Gerona, se dirigía al lugar, tras haber recibido la orden del Comisario García. Mientras se dirigía al pueblo , todavía muy enfadada porque le habían dado un caso cuando su jefe sabía perfectamente que al día siguiente iniciaba sus vacaciones estivales. iba pensando que de qué le sonaba el apellido Gelices, de pronto cayó en la cuenta de que ese era el apellido que había impreso sobre las bandejas de comida del catering del comedor de su hija. Sonrío al pensar que sí, que era verdad que los ricos también lloran.

Cuando aparcó su discretito coche frente a la casa observó que en la explanada había también aparcado otro automóvil que alguien como ella necesitaría el sueldo de tres vidas para poder tener uno igual. Por lo demás por los alrededores estaba todo desierto, ya se sabe que a los ricos les gusta la intimidad. La calma exterior le había hecho creer que la elegante mansión estaba desierta, pero se sorprendió cuando le abrió la puerta un agente de la policía local, con el cual había quedado al salir de su ciudad, y tras éste había cuatro personas bien conservadas pero todos rondando los sesenta años. Eran los cuatro hermanos Gelices, dueños de la casa. El mayor, de unos sesenta años, fue el que se dirigió a ella le dijo que era Jorge Gelices y que el resto de hombres eran sus hermanos: Miguel, Rogelio y Marcel.

La inspectora Roig le preguntó a Jorge Gelices que cómo se había enterado de lo ocurrido, éste le dijo que le había llamado el Sargento Álvarez y le había contado lo sucedido, además de que él se encontraba en su oficina de "Catering Gelices", dejándolo todo listo para venir aquí a pasar los dos meses de vacaciones de todos los años.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Inspectora Roig suena bien. ¿Para cuándo la saga de sus aventuras? Cuanto más sordidos sean los crímenes de la alta sociedad, mejor. El problema es que ahora, la que está de moda, es la novela policíaca nórdica. Abrá que crear una etiqueta propia...

cosquillas dijo...

bien, bie, bien......Estoy esperando el siguiente capítulo

Doña Jimena dijo...

Tiene buena pinta... a ver cómo sigue... Cuenta que los asesinatos gustan y, si van aderezados con algo de erotismo, mucho más.
¿Tendremos una Agatha Christie internauta? ¡Adelante!

Anónimo dijo...

¿Novela policíaca? ¡Nunca lo habría dicho! Aún así, me ha parecido muy interesante, y como siempre, sublime.

¡Espero con ansia el siguiente capítulo!

Siro T.