jueves, 19 de agosto de 2010

MAR TURQUESA XV

Algo me decía que aquel hombre ocultaba algo, pese a que estaba habituado a maquillar la realidad. En todo momento dejó claro el señor Osborne que su relación con la difunta Marta era estrictamente profesional, es más añadió que casi no la recordaba. Fue el gesto contenido que hizo su mujer lo que me indicó que Michael Osborne conocía bastante más a Marta de lo que quería reconocer.
No sé en qué momento el sargento Flores abandonó la estancia en la que se estaba produciendo la entrevista. Únicamente me sorprendió su irrupción
en la conversación, cuando entrando por la puerta que da al jardín preguntó al matrimonio si les gustaba la Literatura catalana, ya que había encontrado en uno de los dormitorios del chalet un ejemplar de "Mirall trencat", de Mercè Rodoreda. Añadió después que él tenía creído que la lengua propia de Londres, ciudad natal de la pareja, era el Inglés. Por supuesto el señor Osborne le contestó que si no había tenido en cuenta que cierto grupo de seres humanos, al que quizá él no perteneciese, era capaz de hablar más lenguas que la suya propia , además de leer en otros idiomas. El sargento Flores añadió que sí que quizá sí, pero... y no acabó la frase.

La inspectora Roig estaba ciertamente molesta por la salida de tono del rudo sargento, aunque claro en cierto modo también a ella le sorptendía la lectura elegida por alguno de los miembros del distinguido matrimonio. Finalmente abandonaron la mansión con la certidumbre de que el señor Osborne conocía algo más a Marta de lo que había declarado, claro que quizá la presencia de su esposa lo cohibía. Tendrían que visitarlo a solas si querían saber de qué tipo había sido la relación entre Marta y Michael.

Abandonaron la mansión a mediodía y decidieron buscar algún lugar donde comer ya que el sargento Flores hacía media hora que venía diciendo que tenía hambre. Se adentraron en el centro del pueblo, aparcaron el coche y entraron en un restaurante de comida rápida, pese a la airadas protestas de la inspectora que hubiese deseado una comida algo más elaborada, pero la insistencia del sargento hizo que finalmente ella accediera a entrar en aquel Kentucky.

Al volver al coche sólo encontraron el triángulo amarillo de la grúa. Sólo de pensar en la expresión del comisario García cuando tuviera que firmar la multa, la inspectora se sobrecogía.

Cuando volvían andando hacia la pensión se dieron cuenta de que un individuo alto ,que ocultaba su rostro con una gorra visera y unas oscuras gafas de sol, los seguía. La pareja hizo como que no se daba cuenta del seguimiento y cuando el tipo estaba algo distraído aprovecharon la ocasión para arrinconarlo.

viernes, 13 de agosto de 2010

MAR TURQUESA XIV

Marta estaba cansada de las recriminaciones que le hacía Marcel. ¡Qué se había creído ese individuo presuntuoso! No tenía ningun derecho a controlar su vida. Ella era libre y por tanto podía hacer lo que quisiera y, lo que es más importante, relacionarse con quien le apeteciera. Y si le había dado la gana de tener una aventurilla con el hermano de su jefe, eso no significaba que fuera a durar para siempre, ya que él no era más que un segundón de una adinerada familia y además estaba casado, por segundas nupcias... Claro que había aceptado encantada la invitación de Michael Osborne, aquel tipo rezumaba dinero y clase, bueno quizá estuviera ya algo caduco, pero mejor eso la ayudaría a limar en algo la desventaja con que partía.

Después de la última clase de aquel viernes de mediados de mayo había salido disparada hacia Begur para comer con el señor Osborne, a ella no se le ocultaba que era un tanto extraño que un señor tan importante como aquel quisiera hablar directamente con la traductora de la campaña publicitaria de los vinos y licores de su empresa, ya que esos menesteres los llevan a cabo ejecutivos de medio rango, y no el director y dueño, pero qué importaba ella ya se había dado cuenta del efecto que había causado en ese señor cuando el cretino de Marcel se lo había presentado. Lo que desde luego no esperaba es que la llamasen de la empresa para preguntarle si estaría dispuesta a traducir al catalán la última campaña publicitaria del coñac "Reinona". Ella , claro está, aceptó la oferta sin pensárselo demasiado. Nuevamente la sorprendió que le preguntaran si le sería posible comer con el señor Osborne el viernes de esa semana. De nuevo estuvo encantada con la oferta y dejó claro que no tenía ningún impedimento para comer con el señor Osborne, únicamente dijo que tenía clase hasta la una y media y que por ello no podría llegar a Begur hasta las tres menos cuarto. El secretario me preguntó si quería que me fuera a buscar un chófer de la empresa. Yo le dije que no, porque no podía imaginar la cara que pondrían tanto alumnos como profesores cuando me vieran salir de la puerta del centro en un Mercedes conducido por un chófer uniformado. Bastante murmuraban a mis espaldas para darles encima razones para ello.

Después de haber hecho el viaje a una velocidad más elevada de lo permitido, llegué a Begur a las tres menos veinte. Pasé de largo el pueblo porque había quedado con el señor Osborne en un bonito restaurante de la cala Sa Tuna. Casi no pude percibir la belleza del paisaje por la atención que tenía que poner en la difícil carretera de bajada, si me distraía podía acabar despedazada al pie de la montaña frente a ese mar de un color turquesa increíble. Aparqué el coche y me dispuse a cambiar mis tejanos y camiseta por un bonito y escotado vestido color verde que tan bien sentaba al tono ligeramente bronceado de mi piel. Salí del coche y comencé a andar rumbo al restaurante que estaba casi a pie de playa. Aunque había gente , todavía no había alcanzado el lleno del mes de agosto. El mar estaba tranquilo y bellísimo, había algunas pequñas embarcaciones y yates atracados en el recoleto puerto de la cala.

Al entrar al restaurante un camarero me llevó hasta la mesa en la que me esperaba Michael Osborne. Michael se levantó para retirarme la silla y a continuación me preguntó que qué tal había hecho el viaje, y añadió que sentía que tuviera que haber tenido que realizar el trayecto en tan corto espacio de tiempo, pero añadió que él partía de viaje esta noche y que entonces tendría que haber esperado un mes para poder hablar de la traducción de la campaña publicitaria del coñac "Reinona".
El señor Osborne iba ataviado con un conjunto deportivo que le hacía parecer más joven. Pidió que les sirvieran la caldereta de langosta y el vino blanco. Una vez finalizado el almuerzo, llevó a Marta hasta su barco y dieron un paseo. La embarcación era magnífica, y Marta ya tenía bastante claro que el rico hombre de negocios quería deslumbrar a la humilde profesora. Marta no había traído biquini, pero en el barco había algunos de distintas tallas y encontró uno verde abeto que realzaba su figura. Mientras tomaba el suave sol de la tarde y bebía un martini pensó que la vida debería ser siempre así: un mar transparente, un sol brillante a la vez que suave, un bonito barco y ningún problema. Parecía como si en ese escenario el dinero no existiera, aunque ella bien sabía que toda esa dicha sólo se alcanzaba con el vil metal...En fin, no quería pensar, sólo sentir.

El señor Osborne le propuso a la joven que lo acompañara a Papua Nueva Guinea en el mes de julio, ya que iban a abrir una sucursal de su empresa en ese país de los mares del sur. Marta bromeó y le dijo al hombre si pensaban publicitar la empresa en catalán, él le dijo que evidentemente no, pero que pensaba que ella podía hacer grandes cosas dentro del mundo de los negocios si la introducía alguien como él, también añadió si pensaba pasarse toda la vida intentando educar e instruir a adolescentes a cambio de un sueldo que no le daba ni para comer en el "Viena" dos veces al mes. Marta finalmentre accedió a hacer ese viaje. Se despidieron y ella de nuevo cogió su coche y volvió a su apartamento en Cerdanyola.

Al llegar a su casa encendió el contestador y oyó tres mensajes distintos, uno era de su madre, el otro de un compañero que la invitaba a una salida a "La Mola", y el último , de Arnau Gelices, hijo de Marcel y de su primera mujer, que le hacía algunas observaciones sobre el Treball de recerca que le tutoraba Marta. Marta decidió quedar con el muchacho al día siguiente, sábado, en la biblioteca de la Autónoma. El chico era encantador, pese a ser hijo del cretino de Marcel Gelices.

lunes, 2 de agosto de 2010

MAR TURQUESA XIII

A las nueve en punto de la noche había por fin llegado al cuartucho que ocupaba en la pensión. No podía más. Los pies le dolían y la cabeza le daba vueltas. Había sido un día muy completito... Se tumbó vestida en la cama y al poco se quedó completamente dormida. La sobesaltó la llamada de su móvil. No encontraba el jodido aparatito por ningún sitio. Al fin lo halló en el bolsillo de su americana.
- Diga.
- Inma soy Jaume sólo quiero saber qué tal te ha ido.
- Uff, ahora estoy muy cansada por qué no te pasas por aquí mañana por la tarde y hablamos.
- Bien, pues hasta mañana. Oye, si me necesitas antes no dudes en llamarme.
Vale. Adios.

Ya no podía volver a quedarse dormida. Decidió salir a dar una vuelta por el pueblo y de paso comer algo en algún puesto callejero. Había un gran bullicio en la calle principal. Grupos de gente joven en su mayoría que habian salido de juerga. Encontró un bar de tapas en el que había una mesa libre y se sentó al tiempo que pidió que le sirvieran unas patatas bravas , unos calamares a la romana y un tubo de cerveza. Una vez concluyó la cena se fue al paseo a dar una vuelta para despejarse.
De pronto recordó que Marcel Gelices le había dicho que la corta relación que mantuvo con Marta fue el verano pasado en este pueblo, aunque la conocía de antes por haber hecho ambos un cursillo de "Competències bàsiques". La inspectora se preguntó qué demonios sería eso de las Competències bàsiques... Marcel le dijo que se la encontró en el despacho de Javier, la saludó, estuvieron hablando y después él, aprovechando que su segunda mujer y su hijo estaban pasando unos días con sus suegros, la invitó a cenar. En el restaurante se habían encontrado con Michael Osborne, dueño de una empresa licorera, y éste al conocer la labor de traducción que realizaba Marta para "Catering Gelices"le propuso a la joven que trabajara también para él, por lo que quedaron en verse al día siguiente.

O sea - pensó la inspectora- la relación de Marcel con Marta no pasó de una noche. Per sí que le dio a Marta la oportunidad de introducirse en el mundo de los negocios , o mejor dicho, de los negociantes.

A la mañana siguiente llamaron a Inmaculada de recepción para informarle de que había un señor que la estaba esperando. Sólo cuando vio al tipo gordo y sin gracia que la esperaba recordó que le había prometido al comisario García que aceptaría la compañía del Sargento Flores. Tras los saludos de rigor, la pareja de policías decidió salir a charlas con mister Osborne que tenía un chalet muy cerca de la mansión Gelices.

Un largo camino bordeado de árboles lleva hasta el impresionante chalet de los Osborne. Les abrió una jovencita del servicio y les dijo que los señores estaban desayunando en la piscina, pero que en seguida les avisaría que esperaran. A los cinco minutos apareció la misma jovencita que les dijo que el señor los recibiría en diez minutos, que tuvieran la bondad de esperar. Una vez pasados los diez minutos se presentaron ante ellos una pareja en los albores de la ancianidad, pero de aspecto sano y atlético. Él era un hombre rubio, delgado y de elevada estatura con un porte sumamente distinguido. Ella, por el contrario, era una mujer morena y menuda , con todo el aspecto de haber sido una gran belleza en su juventud. Ambos iban vestidos de manera informal, aunque elegante y ambos tenían la distinción que da una fortuna conservada por más de cuatro generaciones.

miércoles, 28 de julio de 2010

MAR TURQUESA XII

Marta todavía recordaba la sensación de fracaso que se vivía en su casa. Su padre era el último eslabón de una familia de abolengo, con él se habían ido a pique todos los privilegios de los que había disfrutado la familia. El fracaso del negocio familiar fue debido al desinterés con el que el señor Broto dirigía la empresa de ropa para el hogar. Cuando finalmente el banco se quedó con todo lo que poseía, el señor Broto, su esposa y son dos hijas de corta edad habían tenido que abandonar la gran mansión familiar de Matadepera y trasladarse a un estrecho y oscuro piso cercano al Parc de Sant Jordi. El padre entró a trabajar a una empresa de seguros y la madre tuvo que abandonar su cómoda y dulcemente tediosa vida para vender ropa de firma en la boutique de su rica y extravagante amiga Esmeralda Cornudella, más conocida como Bibi. Tanto su hermana como ella permanecieron en el exclusivo colegio religioso en el que estudiaban, ya que la directora era prima de su madre y les concedió una beca. Quizá eso fue lo que más daño le hizo, pues aunque sus compañeras las invitaban a todas las fiestas, ella no podía dejar de percibir la cara de compasión con que eran vistas por las madres de sus amigas.

Con el tiempo ella consiguió acabar la carrera, aprobar las oposiciones y abandonar el triste y feo lugar en el que se convirtió su hogar. Estaba ilusionadísima decorando su pequeño a la vez que coqueto apartamento, pero poco le duró la dicha, pues a los dos meses de haberse independizado ya se había dado cuenta de que su sueldo de profesora no le daba para demasiadas alegrías, pues pagaba al mes casi mil euros de hipoteca si a eso se le añadían el resto de gastos llegaba a fin de mes con no pocos apuros. Por lo que decidió buscarse un segundo empleo, cosa que no fue fácil pues su titulación no estaba demasiado demandada. Por eso cuando vio en La Vanguardia que buscaban un traductor para una campaña publicitaria no dudó en concertar una entrevista.


La inspectora Roig había conseguido que el comisario García le dejara continuar con la investigación del asesinato de la profesora de catalán, aunque le hubiese impuesto la compañía del sargento Flores, un tipo gordo con cara de pocas luces. Pero en fin "Paris bien vale una misa"- pensó la intrépida inspectora.

viernes, 23 de julio de 2010

MAR TURQUESA XI

Al llegar al restaurante, una empleada les dijo que la cocina ya estaba cerrada, por lo que se dirigieron a una cadena de comida rápida. El lugar estaba casi vacío. Se sentaron en una mesa al lado de la ventana y Jaume fue a pedir la comida. Al volver encontró a la inspectora con cara de preocupación y cansancio a la vez. Estuvieron repasando el caso, hasta ahora no habían conseguido averiguar casi nada. Jaume le dijo a Inmaculada que tendría que volver a su casa pues por la mañana debía estar en su trabajo, pero que por la tarde se pondría en contacto con ella. Inma a su vez dijo que tendría que hablar con el comisario y pedirle más tiempo, pues había decidido no reunirse con su familia y renunciar a sus vacaciones. Salieron del restaurante y se despidieron Jaume volvió a Cerdanyola y la inspectora había decidido visitar a Javier Gelices y preguntarle por qué había mentido en lo referente a su relación con Marta.

De nuevo se hallaba a la puerta de la lujosa mansión Gelices, pero esta vez entraría por la entrada princicpal. Le abrió la misma doncella que las otras veces, le dijo que esperara un momento que iba a avisar al señor Gelices. Al poco apareció Javier Gelices con un atuendo de lo más veraniego y haciendo gala de sus dotes de hombre de mundo saludó a la inspectora con gran simpatía. Decidí ir al grano y preguntarle por qué me había dicho en nuestra primera entrevista que no conocía a Marta Broto. Javier Gelices contestó que no deseaba que el buen nombre de su familia se viera envuelto en un asunto tan desagradable y que ella debía entender que al mundo de los negocios no le favorecía una publicidad de ese tipo.

- Bien, señor Gelices, ¿cómo conoció a Marta Broto?
-Fue hace dos años cuando ella contestó a la oferta de traductora que "CaTERING GELICES" hizo en La Vanguardia. A la empresa le vino muy bien que Marta hiciera el trabajo de traducir la publicidad al Catalán porque no tenía que hacerle nigún tipo de contrato y además Marta era licenciada en Filología catalana. Así fue como empezó a colaborar con nosotros.
- ¿Por eso pasó unos días en esta localidad el año pasado?
- Sí, ese fue el motivo - contestó Javier con un deje de enojo.
- Verá, señor Gelices, se han investigado las cuentas de la joven y le aseguro que su patrimonio no responde al de una profesora aun realizando trabajos extras como el que hacía Marta en su empresa. ¿Qué me puede decir de eso?
- En realidad mi relación con Marta no era demasiado estrecha, lo único que le puedo decir es que esa joven era muy ambiciosa y no tenía demasiados escrúpulos que le impidieran ascender de la forma que fuera. A través de su trabajo de traductora entró en contacto con importantes empresarios cargados de dinero y de años y ella era una mujer muy bella. Sé que mantuvo alguns relaciones de tipo, digamos sentimental, y eso pudo haberle repercutido en el aumento de sus cuentas. En fin, no sé... Mi hermano pequeño, Marcel, anduvo también detrás de ella y sé que mantuvieron algún tipo de relación que acabó cuando Marta encontró a otro con mayor poder económico... No puedo decirle más.

La inspectora se despidió del señor Gelices y al salir se le ocurrió preguntar a la doncella por el pequeño de los hermanos. La chica contestó que estaba en la piscina con su mujer y su hijo pequeño, Inmaculada le dijo que viera si la podía atender porque si no tendría que dar otro viaje. Al cuarto de hora apareció Marcel, vestido con un atuendo de moda ibicenca y adornado con la sonrisa más encantadora que pudiera imaginarse. Saludó a Inmaculada con dos besos y la hizo sentir como si la hubiera echado de menos, la inspectora Roig se esforzó para no caer rendida al innegable encanto que tenía aquel hombre.

Cuando abandonaba la casa la inspectora Roig estaba ya anocheciendo, ya podía hacerse una imagen más fiel de la personalidad de la desaparecida Marta Broto. Lo que no acababa de entender era el ansia de acaparar dinero que tenía la joven. Decidió que tendría que visitar otra vez a la familia de la difunta.

martes, 13 de julio de 2010

MAR TURQUESA X

La casa estaba envuelta en la calma propia de las mañanas de verano. La inspectora Roig quería a toda costa dar con el despacho de Javier Gelices, pues era el único que había mentido al preguntársele por su relación con la señorita Broto. Cuando iba a doblar la esquina de la parte trasera oyó un leve ruido y se escondió treas un recortado seto. No pudo reprimir una sonrisa cuando descubrió a Tarradelles acercándose con cuidado hacia donde había estado ella. Lo dejó seguir para sorprénderlo por detrás. La cara del profesor no pudo reprimir el espanto cuando Inmaculada le tocó en la espalda.

- Parece, señor Tarradelles, que le ha gustado la aventura... ¿No debería estar trabajando a estas horas? - dijo la inspectora con un tono entre burlón y reprobatorio.
- ¡Qué susto me has dado, Inma! Sí, ya sé que no debería haberte seguido, pero de alguna forma me siento responsable , y cuando fui a la pensión pregunté por ti utilizando el falso nombre con el que te había inscrito el comisario y me dijeron que habías salido, supuse que te habrías dirigido a esta casa... Y , aquí estoy - dijo el señor Tarradelles de forma atropellada.
- ¿Y tu trabajo?
- Me tomé un día de fiesta. Para eso soy el director.
- Bien, sigamos a ver si podemos encontrar el despacho de Javier Gelices - cortó la inspectora Roig.

Siguieron recorriendo la parte trasera de la mansión y en la esquina del lado izquierdo de la casa se encontraba el despacho del señor Gelices. Era una estancia grande, con muebles funcionales y con unas vistas impresionantes. Toda la belleza de la Costa Brava estaba recogida en el amplio ventanal del despacho. Al acercarse un poco más comprobaron que no había nadie. Como la habitación quedaba en la planta baja, no les fue difícil abrir la ventana y entrar . La Inspectora ordenó a Jaume Tarradelles que vigilara la entrada, mientras ella investigaba el contenido del ordenador del señor Gelices. Cuando la pantalla estaba a punto de encenderse se oyeron pisadas que se acercaban a la habitación. Rápidamente la inspectora apagó el ordenador y obligó al señor Tarradelles a esconderse junto a ella en un estrecho armario que se encontraba en la habitación.

Se oían las voces del señor Gelices y de una mujer joven. Al mirar por la cerradura comprobó que la muchacha era la que antes había confundido con la cuidadora de uno de los retoños del clan. Empezaron a hablar y de pronto la inspectora intuyó que iban a abrir el armario en el que se hallaban escondidos. Contuvo la respiración y se preparó para el inevitable descubrimiento, pero cuando ya estaba a punto de abrirse la puerta, la secretaria y el señor Gelices fueron interrumpidos por Marcel Gelices que les dijo que el guarda de la finca le había parecido ver intrusos. Salieron todos del despacho. Momento que aprovecharon la inspectora y el docente para escapar.

Se hizo bastante pesado el camino hasta llegar a Begur, ya que ni la inspectora ni Jaume habían traído vehículo. Para no ser descubiertos habían seguido el camino de la riera y después se habían internado en un pinar baastante grande. Tras una hora de camino a pleno sol, llegaron al pueblo. Como eran ya casi las dos de la tarde decidieron ir a comer al mismo restaurante que días antes había visitado la inspectora Roig.

domingo, 4 de julio de 2010

MAR TURQUESA IX

A las nueve en punto de la mañana se presentó el comisario y me dijo que tenía que abandonar el caso e irme de vacaciones con mi familia, me entregó los billetes de avión para Oviedo y me dijo que me acompañarían a casa para que hiciera las maletas y después me llevarían al aeropuerto. Yo me negué a seguir sus órdenes pues no me gusta nada que una investigación me pueda. El comisario . sumamente alterado, me aclaró que no iba a permitir que corriera más riesgos, sobre todo porque yo ya hacía tres días que tenía que haber tomado las vacaciones y porque era incapaz de pedir ayuda a los compañeros y que esta vez había tenido suerte, pero qué hubiera pasado si el señor Tarradelles no hubiera intervenido. Lo único que pude conseguir del comisario fue que me diera un día más para seguir con el caso, pero que pasado este tiempo debería irme de vacaciones "de una puñetera vez".

Haciendo caso omiso de las órdenes del comisario, alquilé una habitación en un pequeño hotel de Begur. Mi paradero real sólo lo conoce Jaume Tarradelles, ya que en comisaria creen que me hospedo en una pensión del barrio antiguo de Gerona, lugar al que ellos me llevaron, pero que tan pronto se fueron yo abandoné y me dirigí al pueblo en el que había ocurrido todo.pue sólo contaba con veinticuatro horas para resolver todo este lío.

A eso de las dos de la tarde, decidí dar una vuelta por los alrededores del pueblo y llegué hasta la misma entrada de la mansión Gelices, aparqué el coche tras un muro de maleza y decidí ver qué ambiente había en la casa en la que cuatro días atrás había aparecido una joven profesora asesinada.

En el jardín había un precioso niño pequeño jugando con la que parecía su cuidadora, una joven de gran belleza y que guardaba un más que notable parecido con la desaparecida Marta Broto. Unos metros más alla se encontraba en la tumbona, al borde de la piscina, la madre de los niños, y esposa del ficticio joven Marcel Gelices, que se acercaba en ese momento a su joven y esbelta esposa, que no parecía estar de buen humor esa mañana por el mohín de desprecio que había hecho cuando su esposo se había inclinado a darle un beso. Tras esos segundos de saludo, la pareja había comenzado una agria discusión que estaba relacionada con la atractiva cuidadora y la atracción fatal que, según su esposa, sentía Marcel. Quizá lo que más sorprendió a la inspectora de todo lo que estaba oyendo fuera el hecho de que la joven cuidadora trabajaba para Javier Gelices como traductora al Catalán de toda la publicidad de la empresa Gelices. Precisamente el mismo trabajo que realizaba Marta.

Dobló la esquina y se encontró con la parte trasera del jardín, aquella que tenía vistas al mar y donde se hallaba el balcón en el que había aparecido el cadáver de la señorita Broto

domingo, 13 de junio de 2010

MAR TURQUESA VIII

¡Vaya casa que tenía el señor profesor! Inmaculada estaba empezando a pensar que el profesorado llevaba un tren de vida muy superior al del resto de los mortales... Como era temprano para cenar,Tarradelles pidió a la asistenta que les sirviera una merienda junto a la piscina. Tenía hambre, pues no había comido apenas nada casi en todo el día. Ahora se sentía extraña ya que no sabía muy bien qué iba a hacer, además de que estaba en la casa de alguien que no conocía de nada, pero que le había ayudado en un momento muy complicado. Decidió no pensar demasiado en lo extraño de la situación y ponerse en contacto con el comisario para explicarle todos esos confusos hechos que le habían ocurrido.
El comisario le había aconsejado que esa noche se quedara allí y por la mañana ya se pondria en contacto con ella para buscarle un lugar donde vivir que no conociera nadie.

Después de haberse duchado, fue al comedor y se sentó en el sofá junto a Jaume Tarradelles que estaba leyendo una gruesa novela.
- Ah, Inspectora, ¿se siente ya mejor?. Cuando quiera pediré que nos sirvan la cena.
- La verdad es que no tengo apetito, pues comí demasiado a la hora de la merienda.
- Bueno, está bien yo tampoco tengo hambre todavía. ¿Desea beber algo?
- Pues, sí, si no es molestia me apetece una copa de crema de whisqui con mucho hielo.
- Enseguida se la sirvo.
El señor Tarradelles le sirvió la copa a la Inspectora Roig y él bebió un cubalibre.

Se sentía bien en aquella agradable estancia, con esa luz baja y tras haber bebido ya dos copas. Jaume le parecía un hombre atractivo a su manera además de valiente, pues pocas personas se habrían metido en un lío semejante por alguien que acababa de conocer. Le dio las gracias y éste le contestó que no tenía importancia, que gracias a eso tenía esta noche una muy agradable compañía.
-¿Tienes idea, Inmaculada, de quién era el hombre que te llevó a aquella cueva?- preguntó Tarradelles.
- No, no lo había visto en mi vida. Éste parecía ser un caso sencillo. pero es más complejo de lo que nosotros habíamos previsto. Esta investigación molesta a alguien importante que no tiene ningún reparo en atacar a una inspectora de policía.
- ¿Tienes familia? - dijo Jaume.
- Sí, un marido y una hija de doce años que están ahora pasando las vacaciones en Cangas de Onís. Yo debería haber ido con ellos, pero un día antes de irnos apareció el cadáver de Marta Broto en la mansión Gelices... - añadió Inmaculada en un tono algo irónico.
- Yo soy soltero y éste empezaba a ser un verano tedioso hasta que apareciste esta mañana en mi despacho y mi vida empezó a adquirir tintes de serie de televisión. No siempre rompe la rutina una atractiva inspectora de policía que acaba pasando la noche en mi casa. Pero...Inmaculada, quiero ser sincero contigo y por eso tengo que decirte que las Navidades pasadas mantuve una relación con Marta. No fue nada importante, simplemente después de la cena de Navidad traje a Marta a esta casa. Esa fue la única vez. Después al iniciarse el trimestre Marta y yo continuamos manteniendo la relación típica de compañeros de trabajo y nunca más hicimos alusión a lo pasado aquella noche.
- ¿Es habitual eso entre profesores?- dijo Marta.
- Pues, no lo sé... Hombre, esto no es Estados Unidos y entre dos personas adultas y libres... -no acabó la frase Tarradelles.
- En fin, creo que lo entiendo - añadió Inmaculada.

domingo, 23 de mayo de 2010

MAR TURQUESA VII

Por fin se había marchado el impresentable que la había tenido amenazada las últimas dos horas. No sabía qué iba a hacer, pues la había atado de manos y píes y la había abandonado en aquella oscura y sofocante cueva. Iban pasando los minutos y cada vez notaba que le faltaba el aire. Decidió no moverse demasiado para no agotarse antes de tiempo,dormir un poco y esperar un milagro. No podía imaginar quién era ese hombre y por qué había ido a por ella, para quién trabajaba...

Notó como una mano fuerte la zarandeaba , al tiempo que una voz, no del todo desconocida, le decía que despertara, que la iba a desatar y tenían que huir de allí rápidamente. Al salir al exterior reconoció al hombre que le había ayudado, era nada menos que el señor Tarradelles, director del IES BARÇA. Subieron al coche del señor Tarradelles y escaparon de allí a todo correr. Cuando ya habían abandonado el lugar, vieron como llegaban dos hombres en un coche, sin duda alguna iban a por ella. La inspectora Roig dio un suspiro de alivio al ver de la que había escapado...

Tarradelles le explicó que al salir del instituto, poco después que ella, vio como en la parte de atrás del coche de ella se encontraba un individuo de aspecto algo siniestro por lo que decidió seguirlos cuando arrancaron el automóvil, ya que le pareció improbable que un sujeto con ese aspecto fuera también policía. Al ver que paraban el coche, él lo hizo también detrás de una curva para no ser visto. Cuando vio a la inspectora encañonada ya no tuvo duda de que algo peligroso y extraño estaba pasando. Esperó a que el individuo saliera de la cueva para ir a ayudarla.
- Y el resto ya lo conoce usted- añadió el director con una media sonrisa en los labios.
- ¿La llevo a algún lugar, inspectora?
- No sé... porque no puedo ir a mi casa ya que estará vigilada, tampoco a la comisaría porque no quiero que mis superiores se enteren de que me he movido completamente sola con este caso.
- ¿Quire usted venir a mi casa? Vivo solo y tengo una casa bastante grande que heredé de mis padres.
- ¿No será mucha molestia para usted que alguien invada su intimidad de este modo?
- No, en absoluto. Siempre he deseado algo de emoción en mi vida. Además mañana por la mañana yo vendré a trabajar y usted podrá estar en la casa a sus anchas.
- Es usted muy amable, señor Tarradelles.
- Llámeme Pocholo, por favor. Es como me llaman mis íntimos. Mi nombre es José Federico, pero siempre me han llamado Pocholo.
- De acuerdo, Pocholo. Me quedaré unos días en su casa.

miércoles, 7 de abril de 2010

MAR TURQUESA VI

El director me hizo pasar a su impersonal despacho. Con una media sonrisa me preguntó que cuál era el motivo de mi visita.
- Bien, como ya sabrá una de las profesoras de este centro apareció muerta y desfigurada la semana pasada. Podría decirme qué tipo de persona era Marta Broto
- Llevaba cinco años trabajando en este centro. Era una persona amable e incluso cordial, pero poco dada a hablar de su vida privada. Como profesional se podría calificar de responsable. Los alumnos la apreciaban bastante - dijo el señor Tarradelles.
- ¿Cuándo fue la última vez que la vio?
- Exactamente el día 30 de junio, último día lectivo del curso.
-¡Qué curioso ese fue el día en que la asesinaron!
- Sí. Nos dijo que se iba a ir de vacaciones a Papua Nueva Guinea, creo que iba a viajar junto a otra persona. Nos sorprendió porque pasar mes y medio de vacaciones no es lo habitual, aunque el coche que tenía, su ropa y sus costosos viajes hacían pensar que pertenecía a una familia adinerada, o que compartía su vida con alguien bien situado.
-¿Podría visitar su departamento?- añadió la inspectora.
- Sí, ahora le diré al conserje que la acompañe.
- Gracias, señor Tarradelles. Cuando acabe me gustaría que me apuntara con qué personas del centro tenía más relación la señorita Broto.

Acompañada por el conserje subió al Departament de Llengües, que estaba en el segundo piso. Era una habitación muy pequeña y atestada de libros. El conserje me indicó el lugar en el que Marta colocaba sus cosas y se fue.
Empecé a mirar, sólo encontraba exámenes pasados, libretas de notas, fotos de alumnos y casi como esconsida una libreta azul muy pequeña. La abrí. Había apuntados algunos teléfonos. Pensé que era muy extraño que en el tiempo de la telefonía móvil todavía hubiera alguien que apuntara los teléfonos a mano, pero claro sabía tan poco de la joven profesora... De golpe, algo llamó su atención allí estaba apuntado el nombre y el teléfono de Javier Gelices. Aquello sí que era interesante ya que recordaba como el poderoso señor Gelices le había dicho que él no se relacionaba con gente tan joven. Aunque después vio que en realidad Marta traducía al Catalán la publicidad de "Catering Gelices". Pero entonces por qué no lo dijo - pensó Inmaculada Roig.
También al fondo del armarito había más publicidad, esta vez de "Mercadona", en su gama de cosmética "Deliplus". Así que Marta se sacaba un sobresueldo haciendo trabajos de traducción y de publicidad.

Se despidió del señor Tarradelles y se llevó la información que éste le había preparado. Cuando salió a la calle, miró su relog y vio que eran más de las tres de la tarde. Hacía un calor sofocante por lo que no había nadie en los alrededores del IES Barça. Al ir arrancar s el coche, notó que alguien le tapaba la boca al tiempo que le ponia una pistola en el cuello.
Una voz de hombre escasamente cultivado, es decir, la versión masculina de una choni le dijo:
- ¡No te muevas, mardita puta! Si te mueves te volaré la sesera. Sigue condusiendo.
A la inspectora Roig le iba el corazón a mil por hora. Pues estaba casi segura que lo que iba a hacer el chorizo ése era deshacerse de ella. Lo peeor era que nadie de la comisaría sabía el lugar adonde había ido. Como se arrepentía en esos momentos de ser tan independiente, y, sobre todo se maldecía por haber aceptado la investigación de ese caso estando como estaba a punto de irse de vacaciones

jueves, 1 de abril de 2010

MAR TURQUESA V

Por fin a las doce y cuarto de la noche, tras un día muy ajetreado, la inspectora Roig pudo tumbarse en el sofá de su salón . Se sirvió un vaso de vino blanco y encendió el último cigarrillo del paquete de FORTUNA de 24. Su intención era relajar la mente, pero le resultaba imposible, sus problemas laborales y personales daban vueltas en su cabeza: su hija, su marido, las vacaciones, la relación de Javier Gelices con Marta Broto, el innegable atractivo de Marcel Gelices....

Sin saber cómo se había quedado dormida en el sofá y tras tres horas se despertó con un horrible dolor de cuello y de espalda. Estaba segura de que ya no podría volver a dormirse por lo que decidió ir a su habitación y estudiar el escaso material del caso. Abrió la carpeta con los documentos bancarios de Marta Broto, estaba claro que la joven tenía otra actividad además de la docencia pues en sus cuentas había ingresos muy sustanciosos que nada tenían que ver con la nómina de la Generalitat. De pronto pensó que debía volver de nuevo a su vivienda y revisar el apartamento a fondo.

Eran las seis de la mañana cuando la inspectora abría la puerta del piso de Marta. No sabía muy bien por qué pero estaba segura de que alguien habia entrado en la casa. Aparentemente todo estaba tal y como cuando lo visitó tras la aparición del cadáver, pero faltaba una de las tres fotos que había en la mesita, aquella en la que Marta aparecía sola. De pronto cuando se dirigía hacia el dormitorio alguien la golpeó con algo contundente que la dejó sin sentido.
Al despertarse cayó en la cuenta de que no había pensado en que alguien pudiera estar buscando algo. Se levantó y de un salto fue a la ventana para ver si podía ver a alguien en la calle, al asomarse comprobó con fastidio como un coche de lujo salía a toda pastilla.
-¡Mierda!- dijo.
Ya que estaba allí pensó que lo mejor era acabar lo que había venido a hacer. Así que revisó el dormitorio de la joven. No encontró nada de interés. Tampoco en el comedor. Cuando ya se disponía a marcharse se le ocurrió inspeccionar el coqueto cuarto de baño. Allí en el armarito de las medicinas había un sobre con dos billetes de avión a Papua Nueva Guinea para el 12 de julio
- Así que tenías planeado un exótico viaje- exclamó la inspectora.
Bueno , ahora tendría que averiguar con quién tenía pensado hacer el viaje.

A las diez de la mañana la inspectora Roig se acercó al instituto en que trabajaba Marta. Le dijo al conserje que quería hablar con el director y éste le dijo que esperara un momento que le avisaría. Tras unos minutos salió a recibirlo un hombre alto y bien parecido que se identificó como Jaume Tarradelles, director del IES EL BARÇA.

domingo, 28 de febrero de 2010

MAR TURQUESA IV

Era ya la hora de comer cuando la inspectora abandonó la mansión, no sin antes haber rehusado varias invitaciones a comer de Marcel Gelices, Inmaculada pensó que este hombre atractivo y maduro estaba intentando seducirla, lo que no alcanzaba a adivinar era si por atracción o por conveniencia. En fin, ya se vería.

Decidió adentrarse en el pueblo para comer y de paso ver si podía averiguar algo en relación al caso, que de momento se hallaba en punto muerto. Entró en un pequeño restaurante en el que servían comida típica catalana. Por ser sólo la una del mediodía el lugar se hallaba vacío, ya que no era un restaurante muy frecuentado por los turistas. Acudió a servirla una camarera de mediana edad que por su porte parecía ser la dueña del negocio. Tras pedir una escalivada y media botella de vino, se puso a comer en silencio en aquel lugar fresco y agradable que parecía haber quedado al margen del trasiego turístico en el que se hallaba envuelto el pueblo en esas fechas estivales.
Acabó de comer, pagó la cuenta y cuando ya casi abandonaba el lugar, se le ocurrió formularle a la camarera algunas preguntas.
-¿Conoce bien este pueblo?
- ¡Cómo no! Si he nacido aquí y este es un lugar pequeño en el que todos nos conocemos.
- ¿Conoce a la familia Gelices?
- Bueno, ellos no son de aquí, pero hace unos veinte años el padre de los hermanos decidió construir la gran casa del acantilado y desde entonces cada verano se les ve por el puebl0. El padre, antes de morir, sí que pasaba grandes temporadas y se relacionaba con nosotros, los hijos sólo vienen en verano y al pueblo sólo bajan para hacer compras y visitar algunos de los exclusivos restaurantes que se hallan al otro lado del pueblo. Además se han ido casando, divorciando, teniendo hijos y ya es difícil conocer a un grupo tan grande. Aunque don Javier es otra cosa porque es el que se encarga de la administración de la finca y de realizar todos los pagos y por eso es muy conocido en el pueblo.
- ¿Conocía de algo a la joven que apareció muerta en la mansión Gelices?
- El verano pasado estuvo aquí pasando unos días y se hospedaba en la pensión "La veleta". Era una chica muy guapa, parecía extranjera con su larga melena rubia y su esbelta figura. Era imposible no fijarse en una joven así.
- ¿Cree que la conocían los Gelices?
- Eso yo no lo sé, quizá sería mejor que preguntara en la pensión, puede que ellos sepan algo.
Se despidió de la camarera y decidió ir directamente a la pensión, que se hallaba unos doscientos metros de donde estaba.

La pension "La veleta" era un modesto edificio de tres plantas, con la puerta y todas las persianas de color verde. Entró a la recepción y preguntó a un hombre que dormitaba en una mecedora por el dueño del negocio a lo que éste contestó que era él en carne mortal y que qué se le ofrecía.
-¿Puede contestarme a unos preguntas en relación al caso de la joven asesinada? - dijo la inspectora.
- Yo no sé nada, la casualidad ha hecho que la muchacha estuviera hospedada en esta pensión el año pasado, pero desde el anterior verano yo no la había vuelto a ver. Ya se lo dije a Álvarez, el policia del pueblo - exclamó el hombre de bastante mal humor.
- ¿Sabe qué la trajo a este pueblo? - añadió la inspectora.
- Pues el sol y la fiesta, como a todo el mundo. Aunque también creo que venia a hacer algún trabajo con alguien de este pueblo, pues algunas mañanas salía con carpetas y vestida de modo formal - aclaró el señor Rosales, dueño de la pensión.
- ¿Tiene idea de con quién?- preguntó Inmaculada Roig sin esperar demasiado de la respuesta.
- Pues no lo sé, pero sí que era un trabajo bien pagado a juzgar por las joyas y las ropas que lucía la chica. Además ella nos dijo que era profesora, pero los profesores no pueden permitirse esos lujos, yo creo que se sacaba un sobresueldo con otra cosa. Ahora una cosa le digo era una mujer de bandera, si yo hubiera tenido veinte años menos...

Al abandonar la pensión la inspectora ya tenía claro que la muerta llevaba una doble vida, no era tan sólo una profesora de Catalán, pues su tren de vida lo desmentía. Debería pedir un permiso al juez para investigar sus cuentas. El caso se estaba complicando y los días de vacaciones de su marido corrían. Este trabajo no permite conciliar la vida laboral con la familiar - pensó la desilusionada inspectora.

martes, 16 de febrero de 2010

MAR TURQUESA III

Los padres de la trágicamente desaparecida Marta vivían en uno de esos bloques anodinos de un barrio de clase media de la soporífera ciudad de Terrassa.
La inspectora Roig llamó a la puerta D del tercer piso del inmueble y poco después abrió una joven de unos veinticinco años que se identificó como la hermana de Marta, ésta acompañó a Inmaculada Roig hasta el comedor, donde en un confortable pero raído sofá se encontraban los apenados padres de la difunta. La inspectora, tras ofrecerles el pésame por la pérdida de su hija, pasó a formularles algunas preguntas sobre cuándo había abandonado Marta el domicilio familiar . Éstos contestaron que hacía cinco años que su hija se había ido a vivir sola, tras aprobar las oposiciones y compararse un piso en Cerdanyola, ciudad en la que tenía la plaza. Una vez la inspectora se cercioró de que los señores Broto no habían visto a su hija desde el domingo anterior en que fue a comer con la familia, les pidió unas llaves de la casa de Marta y se dirigió hacia allí.

Al abrir la puerta de aquel coqueto piso le pareció estar en una exposición de IKEA en pequeño, toda la decoración rendía tributo a esa marca escandinava, pues el dormitorio aunque era espacioso tenía la cama casi en el techo, la entradita estaba llena de zapateros de plástico de un rojo sangre, el comedor contaba con las famosas estanterías blancas a juego con un sofá negro sin patas y una inmensa alfombra que cubría toda la estancia. En una mesita baja había unas cuantas fotos de la difunta, una joven de una enigmática belleza, con numerosos acompañantes masculinos, pero ninguno femenino. Las mujeres huyen de las chicas demasiado guapas - pensó.
Se dirigió al dormitorio y abrió el armario. En el interior encontró dividido los compartimentos de ropa de invierno y ropa de verano. No dejó de sorprenderse al comprobar que las prendas de las que disponía la joven era de marcas muy caras y pensó que el sueldo de una profesora no podía dar para esos lujos, al no ser que lo único que hiciera fuera vestir y prescindiera del resto de necesidades, cosa harto improbable. Ya iba a cerrar el armario, cuando de entre unas toallas que parecían sin estrenar se deslizó un anuncio publicitario de la empresa del señor Gelices. El hecho en sí no tenía la menor importancia, ya que era muy común encontrar ese tipo de anuncios, lo que sí era cuanto menos llamativo es que Marta hubiera guardado con tanto empeño esa publicidad.

Al cerrar la puerta del piso, la inspectora tuvo el presentimiento de que por alguna razón que todavía no alcanzaba a adivinar el señor Javier Gelices le había mentido.
Es por lo que tras dejar atrás Cerdanyola, dirigió de nuevo sus pasos hacia el bonito pueblo costero donde había aparecido el cadáver de Marta Broto. Como ya era día uno de Julio, supuso que en el chalet de los Gelices ya debería haber alguien veraneando.

Llamó a la puerta y le abrió la misma asistenta que había conocido el día anterior, al preguntarle si estaba el señor Gelices, ésta le dijo que sí y la hizo pasar al salón. Cuando penetró en la estancia comprobó que aquel señor distinguido y vestido de una forma desenfadada con un estilo demasiado juvenil , no era Javier Gelices, sino su hermano pequeño, Marcel Gelices.
Éste se levantó, le dio la mano y la invitó a que tomara asiento, además de preguntarle si deseaba tomar algo. La inspectora le dijo que desearía beber una crema de Whisky muy fría. Tras ser servidos por la asistenta, Marcel le dijo a la inspectora que él, al contrario que su hermano Javier, sí conocía a Marta Broto, con la que había hecho un cursillo sobre "Competències Bàsiques"dos años atrás. Ante la sorpresa de la inspectora, Marcel añadió que no era tan extraña esa coincidencia si tenemos en cuenta que él también trabajaba en un IES de Cerdanyola.
Tras haber bebido su copa la inspectora le preguntó a Marcel que cómo conocía el nombre de la muchacha que había aparecido muerta en uno de los balcones del chalet. A lo que éste respondió de forma divertida:
- Inspectora, ¿Usted no ve la tele?. La noticia la ha aparecido hasta en "Sálvame de luxe".

MAR TURQUESA III

sábado, 13 de febrero de 2010

ELLAS

A primera vista no se reconocen.
Aparecen cuando menos te lo esperas.
No siempre son iguales, es imposible reconocerlas por su apariencia, las hay de todo tipo.
Se burlan de ti, cariñosamente, conocen tus defectos y se ríen de ellos.
Durante tiempo es posible que no las veas, pero aparecen cuando las necesitas.
Sí, son las amigas

Yo tengo, soy afortunada.( somos las de la mesa redonda)

domingo, 7 de febrero de 2010

MAR TURQUESA II

El senor Gelices llevó a la inspectora Roig a su despacho, ya que ésta le había dicho que quería hacerle unas preguntas en un lugar un poco más tranquilo que el salón principal de la casa.
El despacho era un lugar sencillo a la par que elegante, todos los muebles eran de madera maciza, y por la suave capa de polvo que había sobre mesa y estantería podía pensarse que la habitación llevaba sin usarse varios meses. Frente a la puerta se hallaba un sofá en el que el señor Gelices, tras llamar a una chica del servicio, que se había incorporado después del inesperado incidente , y pedirle que le quitase el polvo, pidió a la inspectora Roig que se sentara, cuando ésta se hubo sentado él hizo lo mismo.
La inspectora le preguntó si esa casa era entera de su propiedad o compartía la propiedad con sus hermanos. Éste le contestó:
- Al morir mis padres la casa la heredamos los cuatro hermanos, pero como resultaba muy cara de mantener pasó a ser entera de mi propiedad por ser yo el único que disponía de una fortuna para poder hacerme cargo de ella. Pero al llegar el verano toda la familia se reune y los gastos corren de mi cuenta.
- ¿ A qué se dedican sus hermanos?- le preguntó la inspectora Roig.
-Miguel tiene una empresa de helados, Rogelio se dedica al periodismo y Marcel es profesor de Tecnología en un instituto de Secundaria en Barcelona.
- ¿Están casados sus hermanos?- dijo la inspectora.
- Sí. Miguel tiene mujer y cuatro hijos ya mayores, Rogelio tiene mujer pero no hijos, y Marcel tiene dos hijos adolescentes de su primera mujer y un bebé de pocos meses de su nueva pareja.
- ¿Y no es difícil la convivencia veraniega?- añadíó la inspectora.
- Bien, en realidad raramente coincidimos todos, únicamente el 15 de Agosto nos reunimos para recordar a mamá, cuyo nombre era María.
- ¿Tiene idea de quién es la muchacha que yace muerta en uno de los balcones de esta casa?
- No, aunque es difícil adivinar quién es por el estado tan lamentable en que se halla el cadáver, no tengo relación con personas tan jóvenes.
En ese momento el sargento Álvares entró en el despacho e informó a la inspectora de que el juez ya había ordenado el levantamiento del cadáver y ahora era trasladado a Gerona para practicarle la autopsia.
La inspectora Roig dio por terminada la conversación con Javier Gelices y salió de la casa acompañada del sargento Álvarez.
Éste cuando la acompañaba hasta el coche le informó de que habían encontrado el bolso de la joven y que en el monedero estaba el DNI , según la documentación la mujer se llamaba Isabel Broto Argemí, era natural de Terrassa y tenía treinta años. Ademas en el bolso habían encontrado dos o tres botes de productos cosméticos que sólo venden en Mercadona. La inspectora pensó que como mínimo ya conocían la identidad de la joven, si es que esa documentación pertenecía al cadáver...
Cuando la inspectora abandonó la pequeña localidad costera el sol había empezado ya a ocultarse y en el horizonte se apreciaba ese tono rojizo que luce el sol en los atardeceres de pleno verano. Iba pensando que resultaba totalmente imposible que iniciara sus vacaciones mañana, ya que todavía no había averiguado nada de ese crimen que de alguna forma implicaba a una familia tan importante como los Gelices. Les diría a su marido y a su hija que partieran mañana hacia Cangas de Onís y que ella se reuniría con ellos una semana después.
Cuando aparcó el coche frente a su domicilio pensó con rabia que iba a desilusionar a su familia ya que cuando les comunicara que de momento no iba a ir con ellos, su hija empezaría a llorar y su marido se encerraría en un mutismo que la martirizaría más que el llanto de Julia, su única hija.

sábado, 23 de enero de 2010

MAR TURQUESA

Desde donde estaba el cuerpo se podía contemplar ese mar turquesa y brillante de las doce del mediodía. Parecía imposible que en un espacio que remitía a la alegría de vivir se encontrara el cuerpo totalmente desfigurado de una joven. Le habían destrozado el cráneo de forma que lo que había sido su cabeza era ahora un amasijo de sangre , huesos rotos y carne desilachada, tenía las piernas también machacadas y lo único que podía reconocerse de la muchacha era su brillante melena rubia y el logotipo de la marca de su vestido "Desigual".
El cadáver había sido encontrado por una pareja de adolescentes que había ido desde el pueblo hasta la alejada casa para encontrar esa intimidad que tan difícil es hallar a los quince años. La mansión se hallaba en una recoleta cala al borde de un acantilado en un pintoresco pueblo de la Costa Brava. Pertenecía a la adinerada familia Gelices, unos gaditanos que habían emigrado desde la atlántica Cádiz hasta este precioso rincón del Mediterráneo. En el momento en que ocurrieron los hechos la casa se hallaba cerrada, ya que la familia Gelices permanecía en su residencia de Barcelona, esperando que llegara el mes de Julio para trasladarse a veranear a Begur.

La inspectora Roig, de la Comisaría de Gerona, se dirigía al lugar, tras haber recibido la orden del Comisario García. Mientras se dirigía al pueblo , todavía muy enfadada porque le habían dado un caso cuando su jefe sabía perfectamente que al día siguiente iniciaba sus vacaciones estivales. iba pensando que de qué le sonaba el apellido Gelices, de pronto cayó en la cuenta de que ese era el apellido que había impreso sobre las bandejas de comida del catering del comedor de su hija. Sonrío al pensar que sí, que era verdad que los ricos también lloran.

Cuando aparcó su discretito coche frente a la casa observó que en la explanada había también aparcado otro automóvil que alguien como ella necesitaría el sueldo de tres vidas para poder tener uno igual. Por lo demás por los alrededores estaba todo desierto, ya se sabe que a los ricos les gusta la intimidad. La calma exterior le había hecho creer que la elegante mansión estaba desierta, pero se sorprendió cuando le abrió la puerta un agente de la policía local, con el cual había quedado al salir de su ciudad, y tras éste había cuatro personas bien conservadas pero todos rondando los sesenta años. Eran los cuatro hermanos Gelices, dueños de la casa. El mayor, de unos sesenta años, fue el que se dirigió a ella le dijo que era Jorge Gelices y que el resto de hombres eran sus hermanos: Miguel, Rogelio y Marcel.

La inspectora Roig le preguntó a Jorge Gelices que cómo se había enterado de lo ocurrido, éste le dijo que le había llamado el Sargento Álvarez y le había contado lo sucedido, además de que él se encontraba en su oficina de "Catering Gelices", dejándolo todo listo para venir aquí a pasar los dos meses de vacaciones de todos los años.

domingo, 17 de enero de 2010

El muro

No hay nada peor que los progres maduros cuando tienen en sus manos la dirección y educación de los jóvenes. Aquellos de la generación "prohibido prohibir"educan a los adolescentes como si fueran niños de guardería. Esto implica , por una parte, no responsabilizarlos de nada, y, por otra, someterlos a un régimen casi carcelario, donde se mea cada tres horas y no se abandona la clase hasta la hora del recreo.
Con este modo de actuar se consigue lo contrario de lo que se persigue: cuando el alumno se sabe lejos de la vigilancia actúa como un auténtico cafre.

domingo, 3 de enero de 2010

Del pino sale la piña

He descubierto que la gente es mucho más simpática y detallista vía Internet que cara a cara. En los últimos tiempos es bastante habitual que personas que apenas te saludan cuando te ven en carne mortal, en fechas" entrañables" como las que estamos disfrutando, te envían toda clase de felicitaciones: eso sí que son amigos virtuales (de existencia aparente, pero no real).

Hay que tener en cuenta que con las nuevas tecnologías felicitarle el año a medio mundo es bastante fácil. Lo difícil era llevar a cabo la redacción de una veintena de postales de Navidad como las que estaban de moda en mi infancia. Pues había que comprarlas, redactarlas, meterlas en el sobre, ponerles un sello y mandarlas, además, claro, de hacer el redactado en verso.

Creo que un amigo virtual se parece bastante a la contemplación de una foto en la que hay un paisaje paradisiaco... o a aquella canción de "EL hombre que se enamora de la mujer del teatro es como el que tiene hambre y le dan bicarbonato"