miércoles, 28 de julio de 2010

MAR TURQUESA XII

Marta todavía recordaba la sensación de fracaso que se vivía en su casa. Su padre era el último eslabón de una familia de abolengo, con él se habían ido a pique todos los privilegios de los que había disfrutado la familia. El fracaso del negocio familiar fue debido al desinterés con el que el señor Broto dirigía la empresa de ropa para el hogar. Cuando finalmente el banco se quedó con todo lo que poseía, el señor Broto, su esposa y son dos hijas de corta edad habían tenido que abandonar la gran mansión familiar de Matadepera y trasladarse a un estrecho y oscuro piso cercano al Parc de Sant Jordi. El padre entró a trabajar a una empresa de seguros y la madre tuvo que abandonar su cómoda y dulcemente tediosa vida para vender ropa de firma en la boutique de su rica y extravagante amiga Esmeralda Cornudella, más conocida como Bibi. Tanto su hermana como ella permanecieron en el exclusivo colegio religioso en el que estudiaban, ya que la directora era prima de su madre y les concedió una beca. Quizá eso fue lo que más daño le hizo, pues aunque sus compañeras las invitaban a todas las fiestas, ella no podía dejar de percibir la cara de compasión con que eran vistas por las madres de sus amigas.

Con el tiempo ella consiguió acabar la carrera, aprobar las oposiciones y abandonar el triste y feo lugar en el que se convirtió su hogar. Estaba ilusionadísima decorando su pequeño a la vez que coqueto apartamento, pero poco le duró la dicha, pues a los dos meses de haberse independizado ya se había dado cuenta de que su sueldo de profesora no le daba para demasiadas alegrías, pues pagaba al mes casi mil euros de hipoteca si a eso se le añadían el resto de gastos llegaba a fin de mes con no pocos apuros. Por lo que decidió buscarse un segundo empleo, cosa que no fue fácil pues su titulación no estaba demasiado demandada. Por eso cuando vio en La Vanguardia que buscaban un traductor para una campaña publicitaria no dudó en concertar una entrevista.


La inspectora Roig había conseguido que el comisario García le dejara continuar con la investigación del asesinato de la profesora de catalán, aunque le hubiese impuesto la compañía del sargento Flores, un tipo gordo con cara de pocas luces. Pero en fin "Paris bien vale una misa"- pensó la intrépida inspectora.

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