lunes, 2 de agosto de 2010

MAR TURQUESA XIII

A las nueve en punto de la noche había por fin llegado al cuartucho que ocupaba en la pensión. No podía más. Los pies le dolían y la cabeza le daba vueltas. Había sido un día muy completito... Se tumbó vestida en la cama y al poco se quedó completamente dormida. La sobesaltó la llamada de su móvil. No encontraba el jodido aparatito por ningún sitio. Al fin lo halló en el bolsillo de su americana.
- Diga.
- Inma soy Jaume sólo quiero saber qué tal te ha ido.
- Uff, ahora estoy muy cansada por qué no te pasas por aquí mañana por la tarde y hablamos.
- Bien, pues hasta mañana. Oye, si me necesitas antes no dudes en llamarme.
Vale. Adios.

Ya no podía volver a quedarse dormida. Decidió salir a dar una vuelta por el pueblo y de paso comer algo en algún puesto callejero. Había un gran bullicio en la calle principal. Grupos de gente joven en su mayoría que habian salido de juerga. Encontró un bar de tapas en el que había una mesa libre y se sentó al tiempo que pidió que le sirvieran unas patatas bravas , unos calamares a la romana y un tubo de cerveza. Una vez concluyó la cena se fue al paseo a dar una vuelta para despejarse.
De pronto recordó que Marcel Gelices le había dicho que la corta relación que mantuvo con Marta fue el verano pasado en este pueblo, aunque la conocía de antes por haber hecho ambos un cursillo de "Competències bàsiques". La inspectora se preguntó qué demonios sería eso de las Competències bàsiques... Marcel le dijo que se la encontró en el despacho de Javier, la saludó, estuvieron hablando y después él, aprovechando que su segunda mujer y su hijo estaban pasando unos días con sus suegros, la invitó a cenar. En el restaurante se habían encontrado con Michael Osborne, dueño de una empresa licorera, y éste al conocer la labor de traducción que realizaba Marta para "Catering Gelices"le propuso a la joven que trabajara también para él, por lo que quedaron en verse al día siguiente.

O sea - pensó la inspectora- la relación de Marcel con Marta no pasó de una noche. Per sí que le dio a Marta la oportunidad de introducirse en el mundo de los negocios , o mejor dicho, de los negociantes.

A la mañana siguiente llamaron a Inmaculada de recepción para informarle de que había un señor que la estaba esperando. Sólo cuando vio al tipo gordo y sin gracia que la esperaba recordó que le había prometido al comisario García que aceptaría la compañía del Sargento Flores. Tras los saludos de rigor, la pareja de policías decidió salir a charlas con mister Osborne que tenía un chalet muy cerca de la mansión Gelices.

Un largo camino bordeado de árboles lleva hasta el impresionante chalet de los Osborne. Les abrió una jovencita del servicio y les dijo que los señores estaban desayunando en la piscina, pero que en seguida les avisaría que esperaran. A los cinco minutos apareció la misma jovencita que les dijo que el señor los recibiría en diez minutos, que tuvieran la bondad de esperar. Una vez pasados los diez minutos se presentaron ante ellos una pareja en los albores de la ancianidad, pero de aspecto sano y atlético. Él era un hombre rubio, delgado y de elevada estatura con un porte sumamente distinguido. Ella, por el contrario, era una mujer morena y menuda , con todo el aspecto de haber sido una gran belleza en su juventud. Ambos iban vestidos de manera informal, aunque elegante y ambos tenían la distinción que da una fortuna conservada por más de cuatro generaciones.

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