martes, 13 de julio de 2010

MAR TURQUESA X

La casa estaba envuelta en la calma propia de las mañanas de verano. La inspectora Roig quería a toda costa dar con el despacho de Javier Gelices, pues era el único que había mentido al preguntársele por su relación con la señorita Broto. Cuando iba a doblar la esquina de la parte trasera oyó un leve ruido y se escondió treas un recortado seto. No pudo reprimir una sonrisa cuando descubrió a Tarradelles acercándose con cuidado hacia donde había estado ella. Lo dejó seguir para sorprénderlo por detrás. La cara del profesor no pudo reprimir el espanto cuando Inmaculada le tocó en la espalda.

- Parece, señor Tarradelles, que le ha gustado la aventura... ¿No debería estar trabajando a estas horas? - dijo la inspectora con un tono entre burlón y reprobatorio.
- ¡Qué susto me has dado, Inma! Sí, ya sé que no debería haberte seguido, pero de alguna forma me siento responsable , y cuando fui a la pensión pregunté por ti utilizando el falso nombre con el que te había inscrito el comisario y me dijeron que habías salido, supuse que te habrías dirigido a esta casa... Y , aquí estoy - dijo el señor Tarradelles de forma atropellada.
- ¿Y tu trabajo?
- Me tomé un día de fiesta. Para eso soy el director.
- Bien, sigamos a ver si podemos encontrar el despacho de Javier Gelices - cortó la inspectora Roig.

Siguieron recorriendo la parte trasera de la mansión y en la esquina del lado izquierdo de la casa se encontraba el despacho del señor Gelices. Era una estancia grande, con muebles funcionales y con unas vistas impresionantes. Toda la belleza de la Costa Brava estaba recogida en el amplio ventanal del despacho. Al acercarse un poco más comprobaron que no había nadie. Como la habitación quedaba en la planta baja, no les fue difícil abrir la ventana y entrar . La Inspectora ordenó a Jaume Tarradelles que vigilara la entrada, mientras ella investigaba el contenido del ordenador del señor Gelices. Cuando la pantalla estaba a punto de encenderse se oyeron pisadas que se acercaban a la habitación. Rápidamente la inspectora apagó el ordenador y obligó al señor Tarradelles a esconderse junto a ella en un estrecho armario que se encontraba en la habitación.

Se oían las voces del señor Gelices y de una mujer joven. Al mirar por la cerradura comprobó que la muchacha era la que antes había confundido con la cuidadora de uno de los retoños del clan. Empezaron a hablar y de pronto la inspectora intuyó que iban a abrir el armario en el que se hallaban escondidos. Contuvo la respiración y se preparó para el inevitable descubrimiento, pero cuando ya estaba a punto de abrirse la puerta, la secretaria y el señor Gelices fueron interrumpidos por Marcel Gelices que les dijo que el guarda de la finca le había parecido ver intrusos. Salieron todos del despacho. Momento que aprovecharon la inspectora y el docente para escapar.

Se hizo bastante pesado el camino hasta llegar a Begur, ya que ni la inspectora ni Jaume habían traído vehículo. Para no ser descubiertos habían seguido el camino de la riera y después se habían internado en un pinar baastante grande. Tras una hora de camino a pleno sol, llegaron al pueblo. Como eran ya casi las dos de la tarde decidieron ir a comer al mismo restaurante que días antes había visitado la inspectora Roig.

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